
ST. LOUIS, Misuri – Durante más de una década en los años 1950 y 1960, el gobierno estadounidense roció deliberadamente una sustancia química potencialmente cancerígena sobre miles de residentes afroamericanos en St. Louis, Missouri, como parte de experimentos militares secretos de la Guerra Fría que permanecieron ocultos durante décadas.
Los experimentos se llevaron a cabo principalmente en Pruitt-Igoe, un masivo complejo de viviendas públicas que albergaba a más de 10,000 personas, en su mayoría familias afroamericanas de bajos ingresos. Hoy, casi 70 años después, los sobrevivientes de estos experimentos no autorizados luchan por obtener reconocimiento y compensación del gobierno federal.
¿Qué era Pruitt-Igoe?
Pruitt-Igoe era un complejo residencial público construido en el norte de St. Louis a principios de los años 1950. Constaba de 33 torres de apartamentos de 11 pisos cada una, construidas en un terreno de 57 acres como parte del programa de renovación urbana de la ciudad.

El proyecto, diseñado por el arquitecto Minoru Yamasaki (quien más tarde diseñaría las Torres Gemelas de Nueva York), fue inicialmente planeado como dos desarrollos separados: Pruitt para residentes negros e Igoe para residentes blancos, reflejando la segregación racial de la época. Sin embargo, aunque legalmente se integró después de 1954, en la práctica alojó casi exclusivamente a familias afrodescendientes.
A pesar de sus problemas posteriores, durante sus primeros años Pruitt-Igoe representó una mejora significativa sobre las condiciones de vivienda anteriores para muchas familias, ofreciendo apartamentos modernos con plomería interior y calefacción central.
Los experimentos secretos revelados
En 1994, más de 40 años después de que comenzaran las pruebas, el gobierno estadounidense publicó documentos clasificados que revelaron la verdadera naturaleza de lo que había ocurrido en Pruitt-Igoe y otras áreas de St. Louis.
Entre 1953 y 1965, el Ejército estadounidense utilizó sopladores motorizados instalados en los techos de los edificios de Pruitt-Igoe, en escuelas locales y en la parte trasera de camionetas para dispersar sulfuro de cadmio y zinc en el aire. Esta sustancia química, que brilla de color amarillo o verde bajo luz ultravioleta para permitir su rastreo, contiene cadmio, un metal pesado ahora reconocido como carcinógeno.
Los experimentos formaban parte de la «Operación LAC» (Large Area Coverage – Cobertura de Área Grande), un programa militar diseñado supuestamente para estudiar cómo se dispersarían las armas químicas o biológicas en caso de un ataque soviético.
Una comunidad engañada
A los funcionarios locales de St. Louis se les dijo que las pruebas eran para desarrollar «pantallas de humo» que protegerían a la ciudad de la observación aérea soviética. Sin embargo, los documentos revelaron que esto era una tapadera.
En realidad, St. Louis fue seleccionada específicamente porque su densidad de población, topografía y acceso al río la convertían en un análogo ideal para Moscú, la capital soviética. Los documentos militares describían el área de prueba como «un distrito de barrios bajos densamente poblado» donde aproximadamente el 75% de los residentes eran afrodescendientes.
Ben Phillips, ahora de 73 años, tenía apenas 5 años cuando su familia se mudó a Pruitt-Igoe. Recuerda vívidamente las pruebas: «Recuerdo la neblina. Recuerdo lo que pensábamos que era humo saliendo de las chimeneas. Luego había máquinas en la parte superior de los edificios que estaban expulsando esta niebla».
Chester Deanes, de 75 años, otro exresidente, explica por qué su comunidad fue seleccionada: «Estábamos viviendo en la llamada pobreza. Por eso lo hicieron. Han estado experimentando con aquellos que viven al margen desde que conozco América. Y por supuesto podían salirse con la suya porque no le dijeron a nadie».
El impacto en la salud
Los exresidentes reportan patrones alarmantes de enfermedades en sus familias y comunidad. Phillips perdió la audición en un oído debido a un tumor benigno, su madre murió de cáncer y una hermana sufrió convulsiones inexplicables que cesaron después de que la familia se mudara de Pruitt-Igoe.
Deanes perdió a su hermano Cedric, quien murió a los 58 años después de años de problemas de salud. «Perdí a mis dos hermanos mayores por cáncer. Perdí a un hermano el mes pasado», dice Russell, otro exresidente. «Ahora de repente, [los residentes] ¿tienen cáncer de riñón? ¿Cáncer cerebral? ¿Cáncer de ojos? Cualquier tipo de cáncer que puedas poner en cualquier lugar, la gente ha estado muriendo de eso de Pruitt-Igoe».
Un estudio gubernamental posterior reconoció que, en el peor de los casos, «las exposiciones repetidas al sulfuro de cadmio y zinc podrían causar toxicidad renal y ósea y cáncer de pulmón».
La respuesta oficial
En 1994, después de que se revelaran los experimentos, el Congreso ordenó un estudio de salud. Un comité del Consejo Nacional de Investigación determinó en 1997 que las pruebas supuestamente no expusieron a los residentes a niveles dañinos del químico.
Sin embargo, el propio comité admitió que la investigación era escasa y se basaba únicamente en datos limitados de pruebas en animales. También recomendó que el Ejército realizara estudios de seguimiento adicionales, pero no hay evidencia de que tales estudios se hayan llevado a cabo.
El Ejército mantiene que las evaluaciones de salud «concluyeron que la exposición no representaría un riesgo para la salud», pero los exresidentes consideran que estos estudios fueron inadecuados.
La lucha actual por justicia
Los exresidentes han formado una organización llamada PHACTS (Pruitt-Igoe Historical Accounting, Compensation, and Truth Seeking – Contabilidad Histórica, Compensación y Búsqueda de la Verdad de Pruitt-Igoe), liderada por Phillips y Deanes.
«Fuimos un experimento», dice Phillips. «Eso fue un plan. Y no fue un accidente».
Su lucha ha cobrado nueva relevancia porque el Congreso está considerando actualmente compensación para otras víctimas de contaminación nuclear de la Guerra Fría en el área de St. Louis, relacionada con la producción de bombas atómicas durante el Proyecto Manhattan.
El senador Josh Hawley de Missouri ha propuesto expandir la Ley de Compensación por Exposición a la Radiación existente. Los exresidentes de Pruitt-Igoe esperan ser incluidos en cualquier programa de compensación.
El fin de Pruitt-Igoe
El complejo habitacional comenzó a deteriorarse rápidamente durante los años 1960, plagado por problemas de mantenimiento, crimen y el éxodo de población de St. Louis hacia los suburbios. Para mediados de la década de 1960, muchos edificios estaban semivacíos.

En 1972, la ciudad comenzó la demolición de Pruitt-Igoe, un proceso que se completó en 1976. Las dramáticas imágenes de los edificios siendo derrumbados con explosivos se convirtieron en un símbolo icónico del fracaso de la vivienda pública en Estados Unidos.
Hoy, gran parte del sitio permanece vacío, aunque se han construido una escuela primaria y, recientemente, un centro de atención urgente. En mayo de 2025, los exresidentes dedicaron un marcador histórico en el sitio.
Un patrón nacional
St. Louis no fue la única ciudad sometida a experimentos secretos de la Guerra Fría. Pruebas similares con sulfuro de cadmio y zinc se realizaron en casi tres docenas de otras ubicaciones en Estados Unidos y Canadá, incluyendo Minneapolis, Fort Wayne, Corpus Christi y San Francisco.

Además, la investigación posterior ha revelado otros experimentos no autorizados de la era, incluyendo la administración de hierro radiactivo a mujeres embarazadas durante visitas prenatales en varias ciudades para determinar cuánto se absorbía en la sangre de las madres y bebés.
Buscando reconocimiento
Más allá de la compensación monetaria, los exresidentes buscan algo más fundamental: reconocimiento y disculpa.
«Merecemos reconocimiento, no solo compensación», dice Deanes. «Nuestra comunidad merece que se respete nuestra historia y que se reconozcan completamente los daños que sufrimos, con un camino claro para la renovación y el apoyo».
Para Phillips, la lucha no se trata solo de dinero: «Se trata también de asegurar que los estadounidenses estén educados y conscientes de los daños del pasado. Esto les sucede tan a menudo a las comunidades marginadas, a las comunidades afroamericanas, porque son más fáciles de atacar porque, al menos en ese entonces, apenas tenían voz».
La batalla continúa en los tribunales de la opinión pública y en los pasillos del Congreso, donde los sobrevivientes de uno de los experimentos médicos no autorizados más extensos en la historia estadounidense siguen esperando justicia.
Esta investigación se basa en documentos oficiales publicados por el gobierno estadounidense en 1994 y testimonios de exresidentes de Pruitt-Igoe que han aparecido en múltiples publicaciones y medios de comunicación.
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